Christian F. Feest, Ph.D. former Curator, Museum of Ethnology Vienna, Austria Professor of Anthropology University of Frankfurt, Germany La colección "Moctezuma" de Viena La historia de la colección mexicana en Viena--las famosas piezas presumiblemente traídas por Cortés después de la Conquista de México--comenzó en el siglo XIX, cuando se abrió un nuevo museo etnográfico en Viena. El primer director se dedicó a explorar en otros museos en busca de posibles colecciones para incorporar en su nuevo museo etnográfico. En una de las colecciones de arte antiguo en Viena encontró una interesante pieza de plumas que él mismo reconoció como mexicana. Había un viejo catálogo del siglo XVI, donde esta pieza de plumas estaba listada como un sombrero moro. El director sabía que no era moro, sino mexicano. A fin de averiguar más sobre el tema, vio otras piezas en el mismo mostrador y junto al penacho de plumas estaba una hacha brasileña. La etiqueta decía que era un regalo de Moctezuma para Cortés, y de Cortés para el Papa, y del Papa a los Médicis, finalmente, llegó a los Habsburgo en el siglo XVI. El primer director reconoció que el hacha no era mexicana, pero asumió que la relación de esta pieza con Moctezuma era una clave para entender la procedencia del sombrero moro. Sabiendo que este era mexicano, entonces debía ser el penacho de Moctezuma. Esto parecía lógico porque España estuvo bajo el dominio de los Habsburgo durante la conquista de México, y Austria también estuvo bajo el dominio de los Habsburgo. Esta debía ser la razón de que estas cosas hubieran llegado de España a Austria, o al menos eso pensó. El engaño detrás del penacho De hecho, finalmente encontré un documento que prueba que el penacho de plumas no llegó a Austria a través de las conexiones con la familia Habsburgo, sino que llegó durante las décadas de los sesenta y setenta del siglo XVI en una pequeña colección de arte y curiosidades traída del sur de Alemania. Cuando Cortés llegó a México, y corrió el chisme de que gente extraña había llegado a la costa de Veracruz, Moctezuma--después de consultarlo con sus asesores--decidió que este era un evento de mal agüero y que merecía su atención. Así que seleccionó un grupo de objetos, principalmente galas rituales, que envió con una delegación a Veracruz para evitar que los españoles avanzaran hacia las tierras centrales de México. Los españoles, por supuesto, no reconocieron estas cosas por lo que eran, y pensaron que eran regalos del rey de México. Así que se hizo una lista detallada, y se enviaron las cosas a España al emperador Carlos V. Esta lista es muy importante porque no hay ningún penacho de plumas con una cabeza de pájaro dorada en esta lista. Así que esto excluye la posibilidad de que el penacho haya estado entre los regalos de Moctezuma para Cortés. De hecho, en el siglo XVI tales piezas de plumería estaban presentes en varias colecciones en Europa, inclusive en colecciones pequeñas--colecciones de la pequeña nobleza con interés en coleccionar--y no sólo en la familia Habsburgo. El mito crece Desde finales de la década de los setenta en el siglo XIX, el penacho ha sido presentado como el penacho de plumas de Moctezuma, y así se publicó también en México. Después de la Revolución Mexicana de 1910, del rompimiento y de la interminable década de caos, el país surgió con una nueva identidad--una identidad diferente a la de su pasado. La nueva identidad no estaba basada en la herencia española, sino en el pasado indígena, en el llamado "indigenismo," la idea de que el México moderno era el sucesor lógico de los aztecas. Lo que sucedió después es que los intelectuales--quienes apoyaban a la revolución y acuñaron este pensamiento indigenista--supieron del penacho de Moctezuma. Y dijeron, "Este es un símbolo de nuestra herencia, y debiéramos estar orgullosos de esto." Así que enviaron gente a Viena para hacer una copia del penacho, porque en esa época no había discusiones sobre la repatriación o la propiedad cultural. Se hizo la copia, que ahora se encuentra en el Museo Nacional [de Antropología] de México y es, por supuesto, mucho más hermosa que el original en Viena porque es más nueva. El penacho de Viena tiene quinieñtos años. Todos los niños mexicanos aprenden en la escuela que el penacho de Moctezuma está en Viena y veintenas de turistas van cada año al museo de Viena a verlo, a tomarse fotos enfrente de él y regresan a sus países pensando que vieron el verdadero penacho. Lo que vieron es sólo un mito, porque nunca hubo un penacho de plumas de Moctezuma y este penacho no estaba ni siquiera entre los regalos de Moctezuma. Se ha convertido en un símbolo, un símbolo mítico de la identidad mexicana moderna. "Queremos el penacho de vuelta" Lo curioso es que el gobierno mexicano nunca hizo ningún esfuerzo serio por recuperarlo, excepto en una ocasión. El presidente Echeverría, durante los setenta, fue a Viena, y hubo rumores de que pediría el penacho. Pero fue, lo vio, se tomo una foto enfrente de él y dijo, "Gracias por guardarlo para nosotros," y se fue. Así que estaba usando el argumento del penacho básicamente en México con propósitos políticos, pero nunca hizo ningún esfuerzo para que regresara a México. A finales de los ochenta, sin embargo, llegó una persona a Viena que reclamó ser azteca. Esta persona hablaba náhuatl moderno y había vivido en Alemania durante diez años, y aparentemente en Alemania recuperó su herencia indígena y se dio cuenta de lo bueno que era ser indígena--especialmente en Europa--porque la gente te amaba si eras indígena. Y pensó que podría volverse rico y famoso regresando el penacho de plumas de Moctezuma a México. Así que se hizo este propósito y se fue a Viena. Llegó al museo y dijo, "Aquí estoy. Regrésenme el penacho." La gente se rió de él y dijeron, "¿Quién eres tú? ¿En qué te basas para reclamar el penacho? Ni siquiera es de Moctezuma." Y respondió, "Yo sé que sí es, y lo quiero de vuelta. Yo soy azteca y me pertenece--me pertenece a mí y a mi gente." Lo que sucedió después es que fue al museo con una multitud de seguidores, y establecieron un campamento con "teepes" fuera del museo--¡teepes de las indígenas del Grandes Llanos [ahora, dentro de los Estados Unidos]! En esa época yo estaba a cargo de la conservación de las colecciones, pero estaba fuera de Viena. Estuve durante un año en los Estados Unidos y cuando regresé, él hombre todavía estaba ahí, y un día entró a mi oficina. Me dio gusto verlo, de hecho, para hablar sobre el asunto. Escuché sus historias, e intenté explicarle las complejidades históricas de la carta. Él me escuchó amablemente pero me dijo "mi historia es diferente," a pesar de que no tenía ninguna prueba. Pero no necesitaba ninguna prueba porque estaba viviendo en un "teepee," y todo el mundo le creería que era indígena y que tenía derecho de pedir el penacho. ¿Regalo o botín? Algunas veces, los gobiernos son los que vienen y solicitan la devolución, y otras veces son grupos de coleccionistas, como tribus organizadas. El problema es que no hay una respuesta fácil a estas peticiones, porque creo que uno tendría que ver específicamente los méritos de cada caso. Por supuesto que hay casos donde las cosas se tomaron ilegalmente. Inclusive en esos tiempos podía haber sido considerado como poco ético o ilegal el haberlas tomado. En otros casos no es tan fácil hacer la distinción. Aún suponiendo que esas piezas mexicanas en Viena hubieran sido regalos de Moctezuma para Cortés (esto era lo que de hecho argumentaban los mexicanos cuando discutía con ellos el asunto; la gente del museo en México decía "Este no fue un botín; fue un regalo para Cortés, así que debe quedarse donde esta ahora"), había otras cosas que sí eran botín extraído de México en esa época. También está el asunto de si, después de quiñientos años, es posible identificar estas cosas, y si tiene sentido regresarlas al país de origen. Europa tiene una larga historia de guerras y botines. Y hay muchas cosas que pasaron de un país a otro durante la Guerra de los Treinta Años en el siglo XVII. Por ejemplo, piezas del viejo museo de Praga fueron tomadas como botín por los suecos y ahora están en Suecia. Pueden identificar estas cosas, pero nadie ha solicitado que se regresen porque son hechos históricos que no pueden deshacerse. La cultura de coleccionar También hay otro aspecto. Estas piezas mexicanas y otras, utilizándolas como ejemplo, han pertenecido a una o varias colecciones europeas durante los últimos 480 años, mucho más tiempo de lo que estuvieron en posesión de sus dueños originales. Estas cosas no se hubieran conservado sino fuera por la cultura de coleccionar, la cual es algo excepcional en el mundo. Hay pocas culturas en el mundo que han conservado documentos culturales, especialmente de otras culturas. Es a través de esta cultura de coleccionar que se han conservado muchas cosas que de otra forma no se hubieran conservado--y que ahora reclaman los pueblos que no han tenido una cultura de coleccionar--son reclamadas como parte de la herencia cultural y, en muchos casos, ni siquiera son reclamos de los verdaderos descendientes, sino de los gobiernos o de individuos o grupos autodenominados como herederos, mucho después de la conservación de estos objetos en museos. Creo que en estos casos realmente no tiene sentido regresar los objetos a alguien que no tiene una petición fundamentada legal o éticamente. No creo en las leyes retroactivas, en leyes que entran en vigor hoy pero que cubren los últimos quiñientos o mil años. No había ninguna ley en ese entonces que evitara la exportación de propiedad cultural. En esa época, la única opción real de conservar la propiedad cultural era llevarla a Europa.